Por Mónica I. Rodríguez
Desde hace algún tiempo se ha puesto en circulación esta denominación para
aludir a aquellos jóvenes
aproximadamente entre los 20 y 30 años, que inmersos en una adolescencia prolongada o tardía, se
encuentran, de alguna manera, estancados o detenidos en el pasaje entre la
juventud y la adultez.
Un joven “ni-ni” sería desde la perspectiva de quienes hacen uso de tal
denominación, aquel muchacho o muchacha carente de iniciativa, indiferente y
falto de proyectos que no se molesta en formarse ni en siquiera buscar un
trabajo.
Varios autores han estudiado y
escrito sobre este fenómeno que han dado en llamar generación Ni Ni. En
Argentina, por mencionar una publicación relativamente reciente, se ha editado el
libro “Generación Ni Ni, jóvenes sin proyectos que ni estudian ni trabajan”(1),
en el que el autor se refiere a la
alteración en la construcción de categorías fundamentales del crecer en estos
jóvenes, como lo son el umbral de frustración, el sentido de responsabilidad y
la capacidad de decisión.
Es también una terminología que se ha masificado a partir del uso que hacen
de ella los medios de comunicación. Por caso, una conocida periodista radial en
su referencia al problema de inseguridad que como sociedad nos aqueja, mencionaba semanas atrás “el problema de los ni-ni”
aludiendo a una estadística según la cual existen más de un millón de jóvenes
en Argentina que ni estudian ni trabajan.
Varias fuentes ubican el surgimiento del término hace pocos años en España a partir de un
estudio del instituto nacional de estadística de dicho país, haciéndose extensivo
posteriormente a otros países, entre ellos aquí en Argentina.
Sin embargo, en
la misma España, donde parece haberse originado el término, se han
alzado opiniones de especialistas en adolescencia que advierten sobre la
parcialidad del concepto, el que consideran que puede resultar más peyorativo
que informativo. Entre ellos el psicólogo y educador Jaume Funes, quien ha
dicho al respecto: “hay que definir a las
personas por aquello que son y no por lo aquello de lo que, por el motivo que
sea, carecen“.
Por otra parte, ¿nos dicen algo acaso las denominaciones
y estadísticas acerca de los conflictos que enfrentan los jóvenes en
crecimiento?
¿Existirán otras miradas posibles de los por
definición y en esencia aletargados y difíciles procesos adolescentes?
En su memorándum sobre la juventud de 1967 (2), Erik
Erikson, un estudioso sobre los procesos del crecimiento humano, en particular
de la adolescencia, postulaba, junto a
la reverberación de un fuego interior de emociones e impulsos en el
adolescente, la vigencia de cierto
pensamiento estereotipado con respecto a la juventud. Dijo al respecto: “Es que
la juventud es, después de todo, un fenómeno generacional, aunque sus problemas
sean ahora tratados como los de una tribu extraña procedente de Marte. Las
acciones de los jóvenes son siempre en parte y por necesidad, reacciones a los
estereotipos sostenidos frente a ellos por sus mayores. Comprender esto se
vuelve especialmente importante en nuestro tiempo, cuando los llamados medios
de comunicación, lejos de simplemente mediar, se interponen entre las
generaciones como fabricantes de estereotipos, a menudo forzando a la juventud
a vivir las caricaturas de las imágenes que al principio habían (tan solo)
proyectado en forma experimental”.
Fue él quien introdujo el concepto de moratoria psicosocial (3) de la adolescencia, para referirse a un
período de demora que parecieran necesitar algunos jóvenes en lo que respecta a
la asunción de compromisos adultos, cuando aún no están listos para cumplir
obligaciones y requieren, por tanto, de darse tiempo a sí mismos.
Según este autor, cada sociedad institucionaliza
ciertas moratorias para sus jóvenes, que coinciden con los aprendizajes y las
contingencias que están de acuerdo con los valores de dicha sociedad. Trasladándonos
al momento actual, observamos que no
siempre estas moratorias tienen que ver con períodos socialmente considerados
productivos como lo son por caso los estudios universitarios, sino que muchas
veces, resultan en un lapso para todas
esas experiencias vinculadas al “no
hacer nada socialmente productivo” ( no trabajar, no estudiar) como también aquellas vinculadas a la
experimentación a través del ensayo y error como lo son comenzar y dejar
carreras o trabajos luego de cierto tiempo.
Como quiera que sea que este fenómenos se presente
ante nuestros ojos, ya de suaves cuasi imperceptibles maneras , o de otras más
preocupantes, como cuando dejan de asistir a la escuela, abandonan el empleo,
pasan las noches fuera de su casa, o se aíslan en actitudes caprichosas e
incomprensibles, es importante no perder de vista, nos recuerda Erikson (3),
que se está jugando allí un campo de pruebas en cuyo transcurso los adolescentes y jóvenes buscan
la oportunidad de ensayar, vivenciar, sondear, probar, en un intento constante
y por momentos fallido de forjar su propia identidad .
En la actualidad, este “método” de demora y rodeo, aparece
con cierta tendencia a alargarse en el tiempo en muchos jóvenes. De ahí que se
torna necesario señalar que por tratarse de un período que como tal llegará a su
fin, resulta clave tener en
cuenta que, más allá de eventuales bloqueos e inhibiciones que puedan
producirse y que requieran algún tipo de ayuda para su superación, estas
“tardanzas“, se refieren en general a procesos normales del crecimiento.
Y que es de vital importancia en esta etapa, según
nos señala dicho autor, no asignar un rótulo a los jóvenes, mediante apresurados
diagnósticos o juicios sociales que ignoran
las particulares condiciones dinámicas de la adolescencia.
Otros autores, entre ellos, Donald Winnicott, se han ocupado también del estudio y comprensión
de este período vital. Pediatra y psicoanalista, en su artículo “La
adolescencia“ ( 1960) escribió:” Existe un solo remedio efectivo para la
adolescencia ,el transcurso del tiempo y los procesos graduales de maduración,
factores que actuando en forma conjunta, conducen finalmente al surgimiento de
la persona adulta…es fácil suscitar una irritación general contra el fenómeno
de la adolescencia a través de la acción del periodismo barato y de
declaraciones públicas de personas que ocupan posiciones claves, en las que se
habla de la adolescencia como un problema…”
Este autor pone el
acento en el aspecto de inmadurez, al cual considera un elemento esencial de la
adolescencia; una parte preciosa de la
escena adolescente según él, porque contiene los rasgos más estimulantes del
pensamiento creador, sentimientos nuevos y frescos, ideas para una nueva vida
dice él.
Winnicott (4) es uno de los autores que destacó
especialmente la importancia vital del ambiente y el marco familiar para los
procesos del crecimiento humano en general desde el momento del nacimiento, y
de manera especial durante la etapa
adolescente.
Señaló que a
lo largo del camino hacia la madurez, cuyo logro siempre es gradual, los
adolescentes dan a sus padres muchos dolores de cabeza debido a la brusca
alternancia entre una necesidad de independencia desafiante y una dependencia
regresiva: “…miren a estos encantadores adolescentes dedicados a vivir su
adolescencia; debemos tolerar cualquier cosa y dejar que nos rompan las
ventanas… no es esto lo que quiero decir, sino
que es a nosotros a quienes se desafía y debemos enfrentar ese desafío
como parte de la función de la vida adulta”
Insiste en la necesidad del acompañamiento y
contención parental, familiar y de la sociedad durante esta etapa, a través del
establecimiento de un ambiente que ha de ser facilitador y lo bastante bueno.
De más está
decirlo, sabemos que existen infinidad de autores que desde sus propias
disciplinas han abordado este período de la vida y sus formas de manifestación
actuales. Psicoanalistas, psicólogos, sociólogos y filósofos han abundado en
las implicancias, por caso, de la posmodernidad y las marcas que genera ya en
los sujetos, ya en la trama social que
conforman, y de que manera impactan y se manifiestan estos estilos posmodernos en
las distintas franjas de edad y en la juventud en particular.
Existen también opiniones, puntos de vista e
interpretaciones diversas que como individuos integrantes de una sociedad,
constantemente vamos generando en relación a cualquier problemática relativa a
lo humano; miradas que varían de acuerdo
al marco teórico, ideológico y también vivencial desde el cual se aborde cualquier situación y que estarán
además, en la mayoría de casos, influenciadas por las explicaciones vertidas
por expertos en la materia y como hemos reiteradamente señalado, por los medios de
comunicación.
En referencia al tema de los intitulados jóvenes
ni-ni que nos ocupa, cabe una última pregunta, dado que como hemos visto
existen variados enfoques posibles. La de si una denominación
acuñada con el objetivo de clasificar y/o explicar algo que constituye un
fenómeno actual, observable en nuestra sociedad, probablemente sin más
intención que no sea la de hallar un nombre englobante para un colectivo de
personas a las que les sucede la misma cosa, podría llegar sin embargo, a deslizarse hacia un indeseable territorio de
encasillamiento, descalificación y enjuiciamiento de aquellos que incluye
dentro de su categoría.
Creemos que vale dejar planteada la cuestión, ya que
es sabido, cualquier caída en miradas
estigmatizantes, sería de poca ayuda a
la hora de intentar describir
adecuadamente, y menos aún si lo que se quisiera fuese comprender y
acompañar las dificultades que
encuentran los jóvenes en el camino de
crecer.
“…no
existe sociedad a no ser como estructura producida, mantenida y reconstruida a
cada rato por los individuos; no hay realización personal sin sociedad, ni
sociedad fuera de los procesos de crecimiento colectivos de los individuos que
la componen.”
Donald
W. Winnicott (5)
Bibliografía citada:
(1) - Generación NiNi. Jóvenes sin proyectos que ni
estudian ni trabajan. Alejandro Schujman. Lumen 2011.
(2) –
Infancia y sociedad. Erik H. Erikson. Ed. Hormé
(3) –
Identidad juventud y crisis. Erik H. Erikson. Ed. Paidós y Hormé .
(4) –
Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría
del desarrollo emocional. Donald W. Winnicott. Ed. Paidós
(5) –
Realidad y juego. Donald W. Winnicott. Ed. Gedisa